Jerry Della Femina, el hombre que inspiró “Mad Men”


Jerry Della Femina, el hombre que ha inspirado la exitosa serie Mad Men, recuerda le época en que los martinis llevaban limón pelado en lugar de aceitunas, porque éstas ocupaban mucho espacio para la ginebra, y el mundo de la publicidad en el Nueva York de los años 60.

Ahora dice que, si se tomara tres martinis, los de emergencias tendrían que llevárselo.
Es imposible negar que parte del encanto de Mad Men es ver a sus protagonistas encender un cigarrillo tras otro y servirse copas de whisky por la mañana, algo que choca con nuestro saludable estilo de vida actual. Como Della Femina afirma: “ahora no puedes encenderte un cigarrillo porque tu hijo dirá ‘para, te estás matando’. En aquel tiempo todo el mundo fumaba. Yo fumaba cuatro paquetes al día”.

El auténtico Jerry Della Femina es un hombre grande, dulce y carismático que habla con acento de Brooklyn sobre su infancia. Es una de esas historias del “sueño americano” en la que un niño de un barrio marginal acaba siendo el dueño de un próspero negocio, de una enorme casa en East Hampton, otra en Park Avenue y un montón de cosas maravillosas más. Pero además, es un hombre con una energía sobrehumana. Duerme cuatro horas al día, se lee los libros de cinco en cinco, escribe una columna semanal para un periódico local en East Hampton y tiene su empresa de publicidad, Della Femina, Rothschild, Jeary & Partners. 
Afirma que quiere morirse en su escritorio y que el éxito no es más que la culminación de uno de los chistes benignos del universo. De pequeño se decía a sí mismo que saldría de ese barrio pero nunca esperó que la salida fuera a ser tan espectacular. Aunque Della Femina aprendió la ética del trabajo de sus padres, nadie en su barrio habría apostado que sería capaz de llegar tan lejos. Tenía problemas de aprendizaje y sus notas eran bastante malas, pero leía con voracidad: cada vez que iba a la biblioteca cogía diez libros y los devoraba de una vez.

  • Aprendió sobre ventas trabajando en los grandes almacenes Macy’s y Gimbels, vendiendo albornoces y juguetes, y en un solo año tuvo 22 trabajos. Con 20 años ya estaba casado, tenía un hijo y una idea en mente, que quería escribir para la publicidad. A principios de los años 60 empezó a enviar ideas a una pequeña agencia de publicidad en Nueva York y finalmente fue invitado a trabajar con ellos, según cuenta el Financial Times.

Su crudo sentido del humor y su conexión con el americano medio le hicieron tener tanto éxito en el negocio de la publicidad. Pero también desarrolló una reputación de loco. En una reunión con Panasonic en la que intentaban vender al mercado japonés, Della Femina dijo: “¿qué tal ‘aquí tenéis algo de los hombres maravillosos que te trajeron Pearl Harbour’?”.
Después de esto todo el mundo pensó que su carrera estaba terminada, pero eso era su personalidad. Era salvaje y, según afirma el propio Della Femina, se ha inventado a sí mismo. Es decir, cultivó cuidadosamente su reputación de loco. En cuanto a la serie Mad Men, para Della Femina los personajes están mucho más domados que lo que era la vida real, como un retrato con más glamour.
Pero también Della Femina recuerda algunos momentos menos felices de aquella época. Por ejemplo, la familia de su mujer le dijo que parecía judía con los vestidos nuevos que Della Femina le había comprado, o perdió la cuenta de Ford porque, según dijeron, no querían alguien “de su clase”.
Las relaciones arcaicas entre hombres y mujeres también son un tema clave en Mad Men. En la introducción a sus memorias, Della Femina escribió: “En 1965 la revolución sexual estaba en marcha y el negocio de la publicidad se volvió loco. En mi agencia, la atmósfera estaba cargada de sexualidad y yo lo fomenté, porque nada anima más a la gente creativa a llegar pronto por la mañana y marcharse tarde que la posibilidad de una aventura sexual”. Durante 25 años en su empresa se realizó un concurso sexual secreto, en el que la gente elegía con qué compañero le gustaría más acostarse. Los ganadores recibían un fin de semana en el Hotel Plaza.

Para Della Femina, el mundo de la publicidad ahora es mucho menos emocionante. “Es diferente. Ya no se toman tantos riesgos a la hora de escribir o en la dirección artística. La gente simplemente hace su trabajo”. También cree que la tecnología ha convertido el negocio en algo mucho más visual, apartando la inteligencia de la palabra. “Los ordenadores son algo maravilloso, pero es frío y lo que sale de él también es algo frío”.

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